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    ( Creces, 2016 )

    Tratar de explicar cómo y porqué la nutrición puede afectar el desarrollo del cerebro y el rendimiento intelectual presupone que entendemos como es la estructura del sistema nervioso central y como funciona. El cerebro, como cualquier otro órgano está formado por células. Estas células nerviosas se denominan neuronas e interactúan entre ellas. Sin embargo, el cerebro es el órgano más complejo y acerca del cual menos sabemos. Contiene aproximadamente cien mil millones de células neuronales rodeadas por células gliales que les brindan sostén y nutrición (casi exclusivamente glucosa). Las neuronas se comunican con sus propias prolongaciones mediante señales eléctricas y entre sí a través de señales químicas: cada neurona recibe señales provenientes de centenares o miles de otras neuronas. Las neuronas están agrupadas en estructuras que poseen funciones específicas; a pesar de una enorme cantidad de investigaciones a través de diferentes disciplinas, todavía sabemos poco acerca de la forma en que funciona el cerebro. Una analogía muy frecuente compara al cerebro con un computador. Aparte del hecho que ambos utilizan señales eléctricas y de que son capaces de operar a altas velocidades, es el cerebro el que ha diseñado a la computadora y la evolución de la computadora depende de la continua evolución del cerebro y no de la situación opuesta. Esto lleva a plantear dos preguntas de tipo filosófico: ¿puede el cerebro llegar a entender al cerebro? Y, de manera más importante ¿puede el cerebro entender a la mente?.

      ( Publicado en Revista Creces, Junio 2002 )

      Hace algún tiempo comunicábamos acerca de una promisoria vacuna contra el Alzheimer, que había dado muy buen resultado en ensayos en ratas (Una vacuna para el Alzheimer) y que ya se habían iniciado los ensayos en humanos, en 360 pacientes tanto de Estados Unidos como de Europa (Avanza la vacuna contra el Alzheimer) . Desgraciadamente en Febrero del 2002, el ensayo se interrumpió bruscamente, ya que 15 de ellos presentaron síntomas de inflamación cerebral (Scientific American, Marzo 2002, pág. 12).

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